Texto: Lorena Pérez / Fotos: Catalina Romero
“Me aburre soberanamente la moda”, dice Susana Saulquin, la socióloga que dedicó su trabajo académico a entender la identidad de los argentinos. Especializada en sociología del vestir, Saulquin remarca que vivió muchos años con los mismos intereses, pero que fue cambiando su recorrido en la moda, su mirada. Antes de publicar ‘Historia de la moda argentina: del miriñaque al diseño de autor” (2006), ‘Política de las apariencias’ (2004) y ‘La muerte de la moda, el día después’ (2015) tuvo una marca de ropa “con la que vendía bárbaro”, cuenta en su casa de Olivos, mientras unas fotografías sobre la mesa muestran a Adriana Costantini desfilando sus diseños en los 70’. Susana participó en la creación de la carrera de Diseño de Indumentaria y Textil en la FADU / UBA, donde actualmente coordina la carrera de especialización en Sociología del Diseño, también fundó y desarrolló la metodología de trabajo del Observatorio de Tendencias de Inti-Textiles y dirigió la ediciones locales de las revistas Vogue y Glamour.
Su curiosidad se sustentó en la identidad y decidió investigar al sistema de la moda cuando, mientras estudiaba en los 60’ Sociología en la Universidad de Buenos Aires, un compañero le dijo que ella no podía opinar porque estaba muy bien vestida. “Es ahí donde se me hizo la luz, pensé qué importante debe ser esto para que no me permitan dar una opinión por mi apariencia. Influenciadas por Juliette Gréco, que en el año 40 y pico había viajado al país, en sociología todas se vestían con faldas largas angostas, con botas, sweater de cuello alto y los pelos largos y lacios, todo negro. Yo era rubia y tenía puesto un traje sastre celeste de hilo y usaba una canasta de mimbre. El tipo me vio y dijo ‘¡qué es esto!’. Para la gente de la sociología yo era una frívola y para los de la moda era científica’, dice.
Mientras comparte historias familiares (sus hijos son el historiador y escritor Horacio Rivara, autor del libro ‘Ataque a Casa Rosada – La verdadera historia de los bombardeos del 16 de junio de 1955’ y Eduardo Rivara, fundador y CEO de Facenote.me), da cuenta de cómo con sus investigaciones inició y marcó una manera de entender a la moda argentina. “Fui pionera, yo iba haciendo, pero sin darme cuenta”, resalta sin ningún gesto vanidoso, sino más bien agradeciendo el reconocimiento.
-¿Por qué estudió sociología?
-Porque en mi familia había como un choque. Una parte era de la burguesía francesa, educadísimos, me llevaban a la confitería París a desayunar, eran exquisitos, mientras que los otros eran inmigrantes italianos del Piamonte, también mi familia era de la nobleza española. Mi bisabuela se llamaba Florencia Nuñez, condesa de Lara, del pueblo de Lara. Mi vida pasaba de ir a una abuela que estaba amasando fideos, ponía la pasta sobre la mesa para que se seque y luego cortarla, a la otra que tenía un piano de cola, que apagaba las velas para que el humito saliera mientras ella tocaba.
-¿Cómo llega a la moda?
-Fui cambiando de recorrido en la moda; ahora yo lo llamo sociología del vestir. Empecé mi investigación con la identidad argentina. Quería saber qué hicieron los inmigrantes al llegar acá y qué pasaba en Argentina con la creatividad. Estudié sociología también porque me interesaba el tema de los grupos sociales. Yo me llevo bien con los nobles y con las personas que viven en los lugares de una pobreza absoluta porque tuve toda esa educación.
-El argentino cree que la moda es frívola. ¿Por qué la moda se disoció de otras disciplinas?
-Te pongo el caso de los Institutos Di Tella: en los 60’ había dos sedes y eran dos mundos separados, no se podían entender los intelectuales con el arte. Con el tiempo estuvo cercana a la cultura under, pero después quedó solo la moda, fue como una primavera. Siempre hubo una desconexión total. Te doy un ejemplo mejor: yo soy muy crítica con la Universidad de Buenos Aires, con la carrera de Diseño de Indumentaria y Textil, que la acaban de separar, entonces quedó por un lado Diseño de Indumentaria y por el otro Diseño Textil. Cuando armamos esa carrera en 1988, en realidad la pensamos como una futura Bauhaus, una Bauhaus nueva, donde todos los diseños -gráfico, indumentaria, textil, industrial, imagen y sonido- pudieran actuar en conjunto, pero los han separado.
-¿Por qué sucedió esto?
-Porque no han entendido. Yo he sido absolutamente crítica de eso. Han creído que era mejor separar, decían que era mejor y funcional. Claro, todo junto da más trabajo que estar pensando en una unión de todas las formas distintas de diseños.
-¿Cómo ve el estado actual de la moda?
-La moda va perdiendo su lugar de privilegio y empieza a formar parte de un sistema general de la indumentaria. La moda como manifestación pierde poder, eso es evidente, aunque nadie lo dice porque es una industria que mueve muchísimo, pero no es que va a dejar de funcionar económicamente. Sigue teniendo importancia pero no tanto como antes porque ya no está ese juego de presentar todas las temporadas, de usar y tirar. Ya no va más para esta época.
“Empecé mi investigación con la identidad argentina. Quería saber qué hicieron los inmigrantes al llegar acá y qué pasaba en Argentina con la creatividad. Estudié sociología también porque me interesaba el tema de los grupos sociales. Yo me llevo bien con los nobles y con las personas que viven en los lugares de una pobreza absoluta porque tuve toda esa educación”
-¿La moda puede ser rentable con este nuevo panorama?
-Cambia. El talón de aquiles es que antes se ganaba muchísimo y en este momento se puede ganar pero con otras formas. Es distinto, es complicado, porque una cosa es la cultura de masas que te impulsaba el marketing, la publicidad, pensá que todo eso está en tren de cambiar. A eso sumale otra cosa muy fuerte: la robótica. Todo lo que son talleres clandestinos y esclavos impulsaba esta moda de usar y tirar y hoy se desprestigió totalmente. Cuando hablás con pensadores, incluso de la industria textil y de la indumentaria, te dicen que esto va a cambiar en 2050, antes no puede porque todo el sistema tiene que cambiar. Es un cambio profundo, tiene que dejar de actuar una generación, o dos, para los verdaderamente consumidores conscientes. Los chiquitos ya son conscientes, los millennials están muy fuertes, es de ahí para abajo los que están revolucionando la sociedad.
-Todo quedó fuera de época.
-Por eso te hablo de generaciones. Porque además de todo está la robótica. Antes se iban a lugares lejanos para producir prendas que iban a ser consumidas de manera generalizada y ahora es una vuelta a los lugares de origen. Consumo y producción se están uniendo con la famosa industria 4.0. que vino a revolucionar todo y desactualiza el sistema de la moda.
-Todo el tiempo cambia todo y aparece la sostenibilidad como posibilidad.
-Aceleradamente está cambiando todo. La sostenibilidad es irreversible, no se puede tapar. Hay un símbolo, pensá con la boda ‘real’ entre Meghan Markle y el Príncipe Harry, me refiero a Kate Middleton que usó tres veces el mismo vestido y lo hizo queriendo, es vivísima, fue la primera de la Casa Real que usó Topshop y ahora usó tres veces el mismo vestido de Alexander McQueen porque sabe que todo el mundo va a hablar y está buenísimo que eso pase.
-¿Cuándo aparece el trabajo esclavo y los talleres clandestinos en Argentina?
-Aparece a fines de la década del 80’ cuando llega al país una inmigración coreana. Los coreanos son los que trajeron por primera vez una metodología de trabajo que incluía la esclavitud y la clandestinidad. En 2005 se empieza a hablar de los problemas en cuanto a la industria textil con respecto a la explotación de personas y en marzo de 2006 se produce el incendio del taller clandestino de Luis Viale donde murieron 6 personas. Ahí toma visibilidad la problemática. Las primeras denuncias las hace la abogada Alicia Pierini porque detecta problemas con algunos inmigrantes en los talleres. Pero antes de los 80’ no existía esta metodología en el país. En 2001 se produce el quiebre con la crisis y explota en las marcas por la necesidad de salir a solucionar como sea. Fue el sálvese quién pueda, que incluía tener talleres en estas condiciones y salir de eso cuesta muchísimo. También empezó a trabajar La Alameda. En contrapartida a esto, hay una socióloga que se llama Silvia Rivera Cusicanqui, que es de la etnia aimara, que siempre defiende a los talleristas bolivianos porque sostiene que hay que tener en cuenta la cultura del trabajo, lo que llaman la escalera boliviana que dice que ‘nos bancamos ser esclavos pero vamos generando un capital’ y terminan trayendo ellos mismos a otros para ser explotados. Es complicado, porque los mismos bolivianos trajeron a otros bolivianos, iban a buscarlos, algunos los engañaban. Con esto no digo que los argentinos sean fantásticos, no. Estoy diciendo que aceptan e implementan esto en las marcas argentinas. La cuestión que fue una aprovechada general.
-¿Cómo es tratada la moda desde la prensa especializada?
.Hay cierto periodismo de moda que ataca la posibilidad de libertad de creación. Vos tenés que ponerte lo que consideres que te da placer, que te representa y al mismo tiempo tener el cuerpo real, tuyo, el biotipo que vos tenés es un biotipo de tamaño, kilos, altura, entonces no podés estar en la híper flacura, eso ya pasó, eso era cultura de masas. Y la cultura de masas creo que está encerrada entre dos etapas, primero cuando mataron a Kennedy, en el año 63’. En el 69’ con el hombre en la luna se fue configurando una cultura de masas, pero cuando se produce el segundo atentado en tierra norteamericana, en 2001, con la caída de las torres, todos hemos visto esos aviones entrando en esos edificios y para mi ahí se produjo lo que es el fin de lo que era la cultura masiva. Empezó lentamente, porque cuesta mucho, ya que la cultura de masas es muy cómoda para todos.
-¿Aquí nace un nuevo consumidor?
-Consciente digo yo. El autoritarismo de la moda ya fue, entonces pasamos a un individualismo, como dice Michel Maffesoli, del individuo que piensa por sí mismo. Actúan pensado, eligen lo que quieren. Es otra manera, buscan otra calidad de vida.
“La moda va perdiendo su lugar de privilegio y empieza a formar parte de un sistema general de la indumentaria. La moda como manifestación pierde poder, eso es evidente, aunque nadie lo dice porque es una industria que mueve muchísimo, pero no es que va a dejar de funcionar económicamente. Sigue teniendo importancia pero no tanto como antes porque ya no está ese juego de presentar todas las temporadas, de usar y tirar. Ya no va más para esta época”
-Si la moda se basa en la novedad, ¿por qué es tan estructurada?
-Porque la moda es autoritaria. Se nutre de la novedad pero en un sistema que va y viene.
Es muy duro cambiar todo el sistema de la moda, por eso yo fui muy criticada cuando salió ‘La muerte de la moda. El día después’. Me decían ‘cómo puede ser, ¡si eras una referente!’, pero porque no se entendió el título del libro. Empecé a pensar esto de la sustentabilidad en el 92’. Miguel Angel Gardetti (Director del Centro Textil Sustentable) siempre dice que yo soy la pionera de la sostenibilidad en Argentina porque en aquel momento escribí ‘La moda después’ y lo edité en el 99’ sola, con el Instituto de la Sociología de la Moda, porque a nadie le interesaba el tema. Luego Editorial Paidos quiso publicarlo pero le cambió el nombre. ¡Lo que lloré con ese nombre! La muerte de la moda…
-¿Por qué la moda en Argentina es considerada superficial?
-Porque hay miedo e inseguridad. Ya se planteó así. Acá hay mucha inseguridad, desde nuestra historia, por ejemplo, con la misma inmigración. Había un millón de criollos y llegaron seis millones de inmigrantes. Eso no dio lugar a dar una identidad. Llegaban los inmigrantes con una pobreza increíble y encontraban un avance en su calidad de vida, a eso sumale que eran italianos y españoles, se armó una casta de gente independiente que no trabajó en conjunto. Cada uno hizo la suya.
-Entonces nuestro problema es…
-De inseguridad. Por eso la necesidad de estar espléndidos siempre. Cirugías, flacura, todo para que no te critiquen porque la sociedad es crítica y el argentino es inseguro por naturaleza. Al ser tan inseguros es un problema, porque falta identidad, cuesta mucho decir así soy, qué me importa.
-¿Usted cómo se ve?
-Siempre digo que no soy rebelde, soy más bien clásica porque vistiéndome clásica paso por la vida tranquila, encuentro una armonía. Pero nunca he sido rebelde. Mi rebeldía está en lo académico, en lo conceptual. Fijate la posición con respecto a la muerte de la moda: lo hice sin rebeldía, sino con ruptura, toda la generación del 60’ es de ruptura. Yo me siento así.